La policía acudió a la puerta del espacio vecinal a la hora para la que estaba programada la actividad, pero no para participar sino para retrasar el comienzo. Poco a poco fueron llegando los artistas con caballetes, pinturas, maderas, pinceles y agua en mano, además de las ganas y la creatividad en mente.
Una veintena de vecinas se reunieron frente a la puerta y la policía les pidió identificación sin más razón que un "porque sí". La tensión aumentaba y comenzó a sonar "Lucha de Gigantes" con una dulce voz de cantautora capaz de apaciguar hasta a las fieras, mientras que la policía intimidaba a las personas allí presentes y defendía unos ideales de papel. Los presentes estaban atrapados en una pesadilla en la que no cabe la razón y la rabia grita: "dime que es mentira todo, un sueño tonto y no más".
Los policías se fueron tras haber identificado a unas personas que para ellos ni siquiera son "ciudadanos", según dijo algún agente tras recordarle uno de los presentes el derecho que tiene como ciudadano a pedirle su número de placa y su deber de dárselo. Los tonos grises fueron desapareciendo poco a poco a medida que la policía retiraba su innecesario despliegue. Los artistas impregnaron de color y vida los espacios oscuros y vacíos. Primero un boceto a lápiz en el que cada uno aportó su rallajo, para que después los artistas dieran forma a la obra y la llenaran de pinceladas. El objetivo: llenar de color el barrio con la ayuda de toda la vecindad.
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